En España
Volver a España no ha sido fácil. El jueves pasado, día en que tenía que haber emprendido el vuelo, dos policías me impidieron salir de Irán aduciendo que faltaba un sello en mi pasaporte. Claro, cuando uno había preguntado días atrás, en reiteradas ocasiones, si mis papeles eran correctos y siempre recibía una respuesta afirmativa, a uno le es difícil "quitarse la mosca de la oreja".
Ahora cobran sentido las palabras de Nafisi en Leer Lolita en Teherán: Recuerdo que un amigo me dijo: "No entiendes su mentalidad. No aceptan tu dimisión porque no creen que tengas derecho a irte. Son ellos quienes deciden cuánto tiempo debes quedarte y cuándo deben prescindir de ti". Era más que nada aquella arbitrariedad lo que había llegado a ser insoportable. (p 26, El Aleph Editores).
La cuestión es que no pude abandonar el país hasta el pasado lunes, con todo mi temor de que surgiera otra razón que me retuviera en el país de por vida. Estoy en deuda con Inmaculada y Juan Carlos quienes me dejaron su casa para sobrellevar la larga espera, aderezada con una exquisita paella y conversaciones de primera categoría. También con el Sr. Rahbar quien solucionó ágilmente mis tediosos papeles para conseguir el permiso de salida. Al Sr. Sahin le debo las gestiones de mi billete de avión, que hubo que cambiar, trámite este que no fue fácil. Igualmente, debo al Sr. Amin su inestimable ayuda en el hospital y el día de mi viaje definitivo. Con Carmen, la médico de la Embajada, quien me asesoró y me explicó pormenorizadamente el problema médico que sufrí. También estoy en deuda con Auri, la eficiente secretaria de la Embajada quien tradujo los papeles para presentar al seguro e hizo importantes gestiones burocráticas. Por último, he de agradecer al Sr. Cónsul la gestión y coordinación rápida de esta crisis, que casi se convierte en incidente diplomático (en mi opinión, claro está).
Ya estoy en España y la encuentro alegre, consumista, jovial y futbolizada. Me choca ver a las mujeres enseñando el pelamen y mostrando las piernas, ya que me había acostumbrado a sus velos y mantones. En dos días veré como algo normal lo que nunca debió de dejar de serlo.
Ahora queda ver por donde nos llevan los vientos.