Trafalgar
Gracias a escritores como Pérez-Reverte la literatura española contemporánea sigue estando entre las primeras a nivel internacional. En su última novela (emocionante, rigurosa, seria, fotográfica, exhaustiva, vibrante, crítica y, ante todo, humana) nos regala una descripción excepcional, y válida para cualquier contexto histórico, del talante de los españolitos de a pie (sumisos y resignados) comparados con los señoritos (mandones, incultos, incompetentes y pelotas de sus superiores).
Cada palabra del libro parece meditada durante horas y horas. La complejidad del lenguaje marino la hace llegar tácitamente al lector, entremezclada con la vulgaridad del marinero y los neologismos de los franceses e ingleses, sin olvidar los onomatopéyicos "pumbas" y "tracatracas" de las bombas que nos acompañan a lo largo de todo el relato.
Gracias al libro uno empieza a tomar conciencia del carácter de los españolitos, de por qué nos va como nos va y explica por qué somos el último país del primer mundo. Todo por culpa de los mandamases que han llegado a su máximo estado de incompetencia fomentado por este nuestro sistema anticuado y espurio.
Les dejo con un par de párrafos:
"(Los ingleses son) ...Rigurosos, disciplinados e implacables como máquinas, aunque atentos también a la carne y sangre que mueve sus barcos. Mientras que nosotros, insensatos, estúpidos, derramando el oro a manos llenas en los bolsillos más indignos, se lo regateamos todo a quien trabaja y sufre, y damos al olvido decoro, humildad y conveniencia, obstinados en hacerlo todo a costa de sudores y de sangre que nunca se pagan" (p. 192)
"El alcázar. El puesto de combate del comandante de un navío. El lugar donde luchas, vences o mueres, en esa cubierta atestada de cañones y de hombres, bajo la sombra de la lona que se tensa y destensa con los caprichos de la brisa, haciendo crujir la arboladura y la jarcia firme. El palo de mesana y la elevada toldilla se alzan a la espalda, sobre la rueda del timón y la bitácora." (p. 188)
Cada palabra del libro parece meditada durante horas y horas. La complejidad del lenguaje marino la hace llegar tácitamente al lector, entremezclada con la vulgaridad del marinero y los neologismos de los franceses e ingleses, sin olvidar los onomatopéyicos "pumbas" y "tracatracas" de las bombas que nos acompañan a lo largo de todo el relato.
Gracias al libro uno empieza a tomar conciencia del carácter de los españolitos, de por qué nos va como nos va y explica por qué somos el último país del primer mundo. Todo por culpa de los mandamases que han llegado a su máximo estado de incompetencia fomentado por este nuestro sistema anticuado y espurio.
Les dejo con un par de párrafos:
"(Los ingleses son) ...Rigurosos, disciplinados e implacables como máquinas, aunque atentos también a la carne y sangre que mueve sus barcos. Mientras que nosotros, insensatos, estúpidos, derramando el oro a manos llenas en los bolsillos más indignos, se lo regateamos todo a quien trabaja y sufre, y damos al olvido decoro, humildad y conveniencia, obstinados en hacerlo todo a costa de sudores y de sangre que nunca se pagan" (p. 192)
"El alcázar. El puesto de combate del comandante de un navío. El lugar donde luchas, vences o mueres, en esa cubierta atestada de cañones y de hombres, bajo la sombra de la lona que se tensa y destensa con los caprichos de la brisa, haciendo crujir la arboladura y la jarcia firme. El palo de mesana y la elevada toldilla se alzan a la espalda, sobre la rueda del timón y la bitácora." (p. 188)
1 comentario
bacterio -
Los ingleses quizás fueran eso que dice el autor en época de la batalla de Trafalgar, hoy son pragmáticos y ahorrativos. Este ahorro incluye los salarios de los empleados, y es más la "mano invisible" del mercado lo que asegura un salario que permite la supervivencia, que la atención a la "carne y sangre" de aquellos que mueven los barcos.
Mi impresión del carácter nacional español, es que nuestro problema es que siempre pensamos que la solución de nuestros problemas está en manos de otros. Sean estos otros el caudillo de turno, el gordo de la lotería, o Godot, al que nos hartamos de esperar sin que llegue y sin que nada se solucione.
Saludos