Alejandro Magno
La última película de Oliver Stone es un tributo al fascismo. Las emocionantes músicas mezcladas con los ebúrneos y pentélicos paísajes que acompañan al emperador magnánimo (aunque con enfermizos delirios de grandeza aderezado con una incontrolable agresividad incluso para con sus seres queridos) invitan a los no avisados a querer ser como él, es decir, el filme incita al espectador a conquistar el mundo, a molestar a nuestros vecinos para expropiarles su territorio, a guerrear como fin en sí mismo. Si el sensacional director hiciera la misma y espléndida película sobre la biografía de Hitler todos querríamos serlo, pero como el Magno queda a muchos años de distancia... ¡Ay, Aristóteles, Aristóteles, si hubiéras afeado la conducta en su momento a tu ínclito y aguerrido discípulo, en vez de despertarle su curiosidad por la geografía del planeta!
Si pueden vayan a verla, y los profes que tomen buena nota para parar los pies a los alumnos con tan amplias miras como Alejandro porque pueden llegar a ser muy peligrosos para una sociedad en paz y armonía.
Si pueden vayan a verla, y los profes que tomen buena nota para parar los pies a los alumnos con tan amplias miras como Alejandro porque pueden llegar a ser muy peligrosos para una sociedad en paz y armonía.
4 comentarios
Armando -
Y, por supuesto la película de Stone tiene poco de verdad, es una película.
Anónimo -
Anónimo -
Salu2
Trinity -
Tanta obsesión por conquistar y ser famoso, ¡ay que ver! Y luego el pobre era un infeliz, siempre temiendo las insurrecciones. Los diez minutos de guerra en los que sólo se veía a gente destripada, etc., estaban de más para mí. Nunca me gustó el cine bélico, pero ya me empieza a provocar urticaria.