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Vida de profesor

La función pública de los escritores e intelectuales

La primera vez que leí algo de Edward W. Said fue hace cinco años en el periódico, cuando publicó una mordaz respuesta al influyente libro de Huntington El choque de civilizaciones y que títuló "El choque de ignorancias". Desde entonces le sigo la pista porque es uno de esos intelectuales que hacen falta al mundo, crítico con los palestinos (a pesar de que esa fuera su procedencia) e hipercrítico con Occidente pese a haber vivido la mayor parte de su existencia en Estados Unidos dando clases en la Universidad de Columbia.

La editorial debate acaba de publicar cinco de sus últimas conferencias en un libro que ha titulado Humanismo y crítica democrática. La que más me ha interesado es la que llama "La función pública de los escritores e intelectuales" porque en España carecemos de la figura del intelectual en el sentido que propone Said. Nuestros intelectuales españoles son meros sirvientes y creadores de doctrina de apoyo al partido en el poder o al de la oposición. Su misión es ser serviles y su única vocación es la de asistir a cócteles en lujosos hoteles más que la de reflexionar para afear la conducta de forma rigurosa y razonada a los que dirigen los destinos de la población. Dice Said que "los beneficios económicos y la fama son estímulos muy poderosos" (p 149) para el intelectual que acaban corrompiéndole, como pasa en nuestra España, aunque él se refiera a esos intelectualoides que intentan dar, infructuosamente, una fundamentación lógica a ese Estado cuyo "concepto de seguridad nacional es la guerra preventiva".

Said diferencia al intelectual del escritor, aunque afirma que "durante los últimos años del siglo XX el escritor ha asumido cada vez más los rasgos antagónicos del intelectual en actividades tales como decirle la verdad al poder, dar fe de la persecución y el sufrimiento y alzar una voz de disenso en los conflictos con la autoridad" (p 153). La cuestión es que en España los escritores se muestran apáticos a la hora de hablar de política para centrarse en la mera delectación estilística, como hacen mis admirados Rafael Chirbes o Javier Tomeo.

No hay en España intelectuales que desenmascaren y esclarezcan con la dialéctica el discurso dominante, y cuando uno lo intenta al final acaba engullido por el sistema. Un intelectual debería ser capaz de permanecer ajeno a la sociedad que le ha tocado diagnosticar para observarla con la perspectiva omnisciente que da la distancia. El intelectual "debe ser un vigía" (p 167) cuya misión es "protegerse de la desaparición del pasado e impedirla" (p 167), "construir campos de coexistencia (p 168) e intentar dar una solución dialéctica al mayor problema de nuestra época: "el conflicto de Palestina" (p 169).

Creo que nuestras facultades, incluidas las de humanidades, se están especializando en fabricar tecnócratas sumisos al poder o con vocación enfermiza de pertenecer al mismo, dejándonos un legado en el que el intelectual no cuenta para la opinión pública, lo cual provoca el adocenamiento y enfermedad de la sociedad. 

3 comentarios

Carlos -

Hola

¿No crees que Carlos Taibo es un intelectual de calado y bien crítico con el poder? Le puedes leer en Rebelion.org

Aunque desde luego se echan en falta muchos más.

Otra cosa: De Felipe González no te preocupa su responsabilidad o incompetencia al actual el GAL bajo su mandato?

Un saludo

NEU -

Conchi:

Aquí tienes un enlace que te lleva a "El choque de ignorancias"

http://www.rebelion.org/internacional/said101001.htm

Conchi -

Me ha gustado mucho este artículo, Rafa. Recuerdo que pensé en Huntington cuando debatías con el profesor de historia, durante aquella sobremesa bajo el sol gijonés, aunque no lo mencioné porque prefería escuchar vuestras argumentaciones. Me gustaría mucho leer el artículo de Said, que aparece como de pago y no puedo visualizar. Estoy segura de que me agradaría, ya que Huntington es exagerado, a mi parecer.