El filósofo iraní Sayyed Ahmad
Seyyed Ahmad-ibn-Reyn-al-A’bedin Alavi fue un filósofo iraní del siglo XVII discípulo del gran Mir Damad. Conocía a la perfección el Corán, la Biblia, el libro de Gathas y los textos hebreos, con lo que intentó llevar a la práctica el tristemente denostado hoy en día "Diálogo entre civilizaciones". A continuación señalaré sus tres ideas básicas y sus cuatro libros más importantes (que no he podido leer porque no existen actualmente, ni siquiera en persa, por lo que me es imposible referenciar pero sus títulos ya indican por donde "van los tiros").
IDEAS
1. Bebe de la religión zoroástrica para explicar su concepción del ser, la cual indica que del Ser Primigenio emana un ángel denominado Yazdan y que este ser primigenio se corrompe para dar lugar a un demonio llamado Ahriman. Dicho sin tanto lenguaje místico: el mal no es más que ausencia de bien, ya que Dios (que es benevolente) no puede crear mal en el mundo.
2. Aclara la confusión que ha existido siempre entre "ser" y "ente". Se adelantó de este modo 3 siglos a las doctrinas sobre el ser de Heidegger, quien afirmaba que en las cosas hay dos dimensiones: la óntica y la ontológica que siempre confundimos (al preguntar por algo siempre lo hacemos por el ente cuando deberíamos hacerlo, más bien, por el ser del ente).
3. Indica que el Imán representa el ideal de perfección humana, que ya denominaran santos la religión cristiana o superhombre Nietzsche. En esta figura perfecta del Imán se aglutinan todos los universos del ser convirtiéndose él mismo en un ingente universo espiritual.
LIBROS
1. Consideraciones sutiles del orden suprasensible.
2. El pulimiento de la pureza para facilitar el camino hacia la contemplación de la verdad, donde defiende una integración de la filosofía cristiana primitiva en el Islám.
3. Aclaraciones divinas.
4. Misericordia (Sawa, iq-e Rahman) donde habla de la teología judía.
Tomo estas tres ideas y cuatro libros de Corbin, Philosophie Iranienne et Philosophie Comparée, Iranian Institute of Philosophie, Teherán, 2003, pp 63-66) aunque los comentarios son míos, no vayan ustedes a achacar mis errores al ínclito filósofo-iranólogo.
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