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Vida de profesor

Droga

El otro día un niño de unos 12 años se me pegó en la calle pidiéndome algo de dinero; me acompañó durante 2 minutos pero yo, con la protectora e irracional coraza spenceriana occidental,  no le hice caso. Hoy le he vuelto a ver pidiendo comida en un típico quiosco de los que se montan en las puertas de los restaurantes durante el Ramadán donde las gentes muertas de hambre, a la hora de iftar, acaban rápida y ansiosamente con las existencias de ash.

Siguiendo la norma de la caridad que impone el Corán, los camareros le dieron de comer tres platos, pero el chiquillo quería más. Cuando el plato de uno de los clientes cayó al suelo, el muchacho se arrodilló y empezó a lamer la comida desparramada por la acera.

Me dicen que es heroinómano. ¡Con 12 años! Según las estadisticas oficiales (miedo me da leer las oficiosas) han muerto más de 3,600 drogadictos iraníes desde la revolución del 79 a causa de su adicción.

Por Irán transcurre la ruta de la seda, por donde no sólo se transportan especias y finas telas, sino los más destructivos de los venenos alucinógenos. ¡Hay más de dos millones de adictos y eso que existe pena de muerte para los narcotraficantes!

Recuerdo que hace unos años se montó un gran revuelo en España porque Gallardón implantó en Madrid un centro en el que los toxicómanos podían cambiar sus jeringuillas. En Irán lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo y, además, usan la metadona para disminuir el sufrimiento de los toxicómanos.

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