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Vida de profesor

Persépolis

Persépolis

En 518 a.C. el sátrapa Darío I, heredero del Imperio que fundó Ciro II el Grande tras vencer a los medos, mandó construir la sensacional ciudad de Persépolis, la cual tuvo una existencia grandiosa hasta que el imperialista Alejandro Magno decidió quemarla en 331 a.C. ante el enfado de su general Parmenión que no daba crédito a ese atentado cultural de su jefe. De todas formas Alejandro no hacía más que vengar los ataques que durante el s. V hicieron los aqueménidas a tierras helénicas. Hoy quedan algunos restos de esa ciudad, la cual fue saqueada también por turistas, exploradores y pillos, con lo que muchas de sus piezas de gran valor andan por museos occidentales o en colecciones privadas.

Conforme uno se va acercando por la deteriorada carretera al yacimiento arqueológico más importante de la humanidad después de las Pirámides de Egipto y de la Acrópolis de Atenas (en mi opinión, claro está) entrevé los tonos ocres de lo que fue algo majestuoso en medio del desierto.

Se entra al yacimiento por una escalinata de pequeños pero innumerables escalones, lo cual permitiría que un carro tirado de caballos subiera por allí con facilidad. Dice un letrero que mientras los aqueménidas subían aprovechaban para dialogar y tratar temas filosóficos. Qué mejor momento para filosofar que el de los 5 minutos que dura la ascensión a la ciudad también conocida como Takht-e-Jamshid.

Tras la subida en medio del sofocante calor que exige ir acompañado de "botellita" de agua, gorra y gafas de sol uno se da de bruces con la Puerta de las Naciones, no en vano el nombre ya que en Persépolis estuvo la primera Organización de las Naciones Unidas de la Historia. Entre los dos antropomórficos leones alados que decoran la entrada se encuentran grafittis que dejaron los turistas de hace dos siglos, convirtiendo aquel acto gamberril en una curiosidad de la Historia ya que el propio Stanley quiso dejar su sesgo. Me pareció tan acogedora la puerta que compré una barata réplica para poner encima del televisor de mi casa, cómo símbolo de la unión entre los pueblos.

 

Por todas partes había gente. Incluso algunos se daban empujones por ver la Tumba Real de Artajejes II que decían se encuentra en un oscuro agujero, aunque uno de los empleados de limpieza me dijo que allí no había nada; lo sabía a ciencia cierta porque tenía que limpiar el agujero todos los días.

 

 

Al salir de allí unos nómadas vendían artesanía y "dug" natural. Un buen vaso de ese yogur líquido con sal siempre viene bien al cuerpo despues de una agotadora jornada entre las piedras de la gran Persépolis. 

Por cierto, como una de las imágenes sobre la piedra que más perplejo me dejó fue la de Darío luchando contra el Unicornio (Ahriman, el dios del mal) me hice con llaverito con esa imagen que ahora me acompaña donde quiera que voy. Reconozco que en Persépolis fui incapaz de desentenderme del atractivo "merchandasing" que han sido capaces de desarrollar y que seguro que crea cuantiosos puestos de trabajo.

  

 

3 comentarios

laura -

Justo ahora en CaixaForum Barcelona están haciendo una exposición impresionante sobre los persas que recomiendo a todo el mundo. Leo a menudo tu blog, quisiera saber más cosas de tus alumnos...

jcalamardo -

Felicidades una vez más por tu pagína. Es de los mejores blog que conozco.
Qué bien me hubiera venido leer este comentario hace unos meses, pues me entró una fotografía de las ruinas de Persépolis para comentar en el examen de Arte Antiguo (no lo hice tampoco mal, pero comentado por alguien en vivo es una información más dinámica). Un saludo desde Ciudad Real.

Maryam -

Hola querido profesor.
Que casualidad! yo tambien estoy en shiraz de vacasiones,hace muy buen tiempo. las fotos son muy interesante.
Have a good time!
sale no mobarak