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Vida de profesor

Hay ti ros en Haití

Los haitianos son muy desconfiados y cada vez que sospechan de corrupción algunos salen a la calle a dar rienda suelta a su violencia. Es por ello que los tanques de la ONU recorren constantemente las calles para amedrentar a los irracionales que, víctimas del enajenamiento y de los rituales de vudú, pretenden destrozar cualquier cosa a su paso.

Estar en Puerto Príncipe da miedo a veces, sobre todo si uno es blanco porque el haitiano identifica blancura con riqueza. No podré olvidar jamás la pavorosa sensación del día que se me ocurrió acercarme al mercado de artesanía. En cuanto me vieron, todos los mercaderes me rodearon y zarandearon para persudirme de comprarles algo. Al final, mis amigos me tuvieron que proteger y meterme en el coche porque la cosa se estaba poniendo muy violenta, ya que no podía comprar a todos y empezaban a enfadarse.

Las elecciones generales haitianas las ganará el candidato que Occidente considere más capacitado. Obviamente sería una imprudencia dejar en el poder a alguien que ha sido votado masivamente por un pueblo que no sabe leer y que no es consciente de lo que le conviene. Hasta que no salga el candidato que quieran los países desarrollados seguirá habiendo elecciones en Haití, como ya se pretendió organizar en septiembre, en diciembre, ahora y las que se desarrollarán, al parecer, en marzo. Puro paripé, ya que mientras tanto la ONU manda en el país intentanto estabilizarlo de forma seria y no con alguien con buenas intenciones pero con mala formación académica.

Haití aún no está preparada para la democracia. Es un Estado fracasado que necesita del gobierno de otras naciones que sabrán ayudarla a desarrollarse, pero no es de recibo que llegue al poder un incompetente porque haya sabido engañar a las gentes analfabetas para que le votaran. Hay que ser sinceros y reconocer que la democracia no es el mejor sistema de organización política en todos los países; es más, organizar por la fuerza un país como Haití de forma democrática supondrá un aumento de su pobreza porque gozar de una democracia cuesta muchísimo dinero. Es necesario un tecnócrata con mano dura y asesorado por Occidente que sepa imponer unas estructuras sobre las que construir, algún día, una sociedad democrática en el bello país de Haití.

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