Haití va a estallar
Leyendo la prensa de hoy me encuentro con la siguiente noticia: Los soldados españoles reprimen en Haití una protesta que acabó al menos con un muerto. Inmediatamente he ido a mis archivos fotográficos y he encontrado unas cuantas imágenes de cuando estuve por esa zona que quizá ayuden a entender la situación.
República Dominicana y Haití son dos países vecinos, uno pobre y otro paupérrimo respectivamente. Como es normal, los del país pobrísimo quieren emigrar al país menos pobre, lo cual ya es razón suficiente para que se genere el conflicto. En República Dominica se estima que hay un millón de emigrantes haitianos, casi todos ilegales; los dominicanos mayoritariamente detestan al del otro lado de la isla porque creen que les quitan sus puestos de trabajo.
A lo largo de la frontera existen varios lugares de paso, siendo el más importante el que se encuentra entre la ciudades de Dajabon (dominicana) y Ouanaminthe (haitiana). Entre ambas existe un mercado de intercambio de productos dos veces por semana, realizando las gentes sus operaciones comerciales en una armonía libre de cualquier atisbo de racismo o de intereses políticos extraños. Eso sí, son muchos los dominicanos de Dajabon que dicen estar hartos de los haitianos por sus ruidos, supongo que por las ceremonias de vudú en medio de la noche.
Mi amigo Joel y yo mismo, junto a Alfredo, Maite y Sergio, todos de la extraordinaria ONGD Oné Respé, nos acercamos a la frontera con la intención de ver de primera mano qué es lo que está sucediendo allí y si son ciertos los rumores que indican que no se aplican los derechos humanos a los haitianos.
El primer problema que tuvimos que solucionar era que los cascos azules que vigilaban la frontera nos dejaran pasar. En cuanto vimos que era el contingente español el que se encargaba de vigilar, tuvimos esperanza de que el paso fuera posible. Tras dialogar con el sargento y ponernos muchas pegas, al final aceptó dejarnos pasar avisándonos del peligro de la zona y de que la frontera cerraría a las 6 de la tarde. Era un grupo de militares jóvenes, con el ánimo alto a pesar de lo sórdido de la situación y del asfixiante calor
Era estremecedor observar desde el puente cómo los haitianos esperan un momento de despiste de la guardia dominicana para cruzar el río Masacre y llegar a la que creen, erroneamente, tierra de la abundancia. El nombre del río hace referencia a las masacres de haitianos que tienen lugar ahí: los tiroteos, hasta que llegó la fuerza multinacional de los Cascos Azules, eran muy frecuentes, aunque el verdadero origen del nombre se debe a los miles de haitianos que el dictador dominicano Trujillo mató durante su cruel mandato. Curiosamente, antes del gobierno de Trujillo el río se llamaba "Dajabon" ("pez bueno", en creolle).
Hombres, mujeres y niños recorren gran parte de Haití para cumplir su sueño de llegar a Dajabon. Una vez en la frontera los militares, bajo el mandato de los políticos de turno, se encargan de echar por tierra sus sueños.
Sólo los comerciantes haitianos que quieren vender plátanos y hielo (productos inexistentes en Haití), tienen permiso para cruzar la frontera. Los demás haitianos jamás irán a República Dominicana a no ser que se jueguen la vida cruzando el río Masacre.
Por todas partes había fuerzas armadas. El contingente español era educado y muy sensible ante la dramática situación. Sin embargo, los militares dominicanos tenías la misma sensibilidad que el hormigón armado.
A la vuelta a la República Dominicana todo fueron facilidades, incluso algún compañero olvido el pasaporte y ninguno teníamos los sellos preceptivos. A diferencia de los que tenía la piel más negra, nuestro más claro color sirvió de pasaporte con la más abierta de las sonrisas por parte de los sargentos dominicanos.
Coches y carreteras brillan por su ausencia o extremado deterioro en la frontera, es por ello que la mejor opción es tomar una moto-taxi que nos acerque al pueblo fronterizo más próximo.
En la frontera se encuentra el Servicio Jesuita de Ayuda al Refugiado. No duden en vitar su excelente weblog para tomar conciencia de la dificultad de la situación y del enorme esfuerzo que muchas personas entregadas están haciendo para aliviar esa situación de penuria que, en estos mismos momentos, está viviendo Haití.
Este drama, a pesar de que llevan así más de una década, no ha hecho más que comenzar. Haití es un país a la deriva y sus gentes están apunto de estallar. Por ejemplo, mis amigos los sindicalistas haitianos han perdido toda su capacidad de acción y somos incapaces de contactar con ellos. Ese Estado Fallido tiene hambre y cuando no se puede alimentar a los hijos no hay excusas morales para no asesinar a quien se interponga en el camino del bienestar de su familia. Los haitianos claman al mundo que se haga algo pronto, si no es así harán todo lo posible para no morir de hambre, y si hay que hacer una guerra, la harán... no tienen nada que perder y sí mucha rabia acumulada (el haitiano es un pueblo de guerreros).
Gracias a Maite por las excelentes fotografías.
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