Memoria de mis putas tristes
Acosado por los medios de comunicación que mimam y remiman sin excepción a Gabriel García Márquez, me decidí a adquirir su última obra que lleva por título el mismo que este artículo. Un millón de ejemplares ya se mueven por todo el mundo de habla hispana.
Escribir bien es un don al que sólo unos pocos elegidos tienen acceso. Si además esta escritura se hace de forma magistral sobre un tema repugnante como es el de la pederastia, el autor recibe ipso facto su derecho a permanecer toda la eternidad en el Parnaso de los sublimes, junto a Platón (cuyo Banquete no se aleja de la temática pedófila) y Nabokov (quien convirtió a una quinceañera Lolita en la protagonista de uno de los clásicos de la literatura universal).
Jamás pensé que un argumento tan peregrino como "viejo de noventa años quiere una noche de lujuria pre-pago con una menor, aunque al final acaba enamorándose" pudiera dar tanto juego estilístico. Además, hay mucho de filosofía: "se me atravesó la idea complaciente de que la vida no fuera algo que transcurre como el río revuelto de Heráclito, sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más".
Narrar un hecho aberrante no convierte en aberrante a la narración, aunque a veces den ganas de vomitar. El problema es que todos los escritores dejan sus rasgos biográficos en sus escritos, por muy fantasiosos que sean, y claro, Márquez, al igual que su protagonista, se acerca a los 90, no está casado y parece muy, muy rarito. ¡Que escriba, que escriba, pero que no se acerque a mis hipotéticos hijos!
Escribir bien es un don al que sólo unos pocos elegidos tienen acceso. Si además esta escritura se hace de forma magistral sobre un tema repugnante como es el de la pederastia, el autor recibe ipso facto su derecho a permanecer toda la eternidad en el Parnaso de los sublimes, junto a Platón (cuyo Banquete no se aleja de la temática pedófila) y Nabokov (quien convirtió a una quinceañera Lolita en la protagonista de uno de los clásicos de la literatura universal).
Jamás pensé que un argumento tan peregrino como "viejo de noventa años quiere una noche de lujuria pre-pago con una menor, aunque al final acaba enamorándose" pudiera dar tanto juego estilístico. Además, hay mucho de filosofía: "se me atravesó la idea complaciente de que la vida no fuera algo que transcurre como el río revuelto de Heráclito, sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más".
Narrar un hecho aberrante no convierte en aberrante a la narración, aunque a veces den ganas de vomitar. El problema es que todos los escritores dejan sus rasgos biográficos en sus escritos, por muy fantasiosos que sean, y claro, Márquez, al igual que su protagonista, se acerca a los 90, no está casado y parece muy, muy rarito. ¡Que escriba, que escriba, pero que no se acerque a mis hipotéticos hijos!
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luismi -